El desarrollo profesional y la incursión a una vida laboral han cambiado la posibilidad de estar cerca de sus hijos. Hoy tienen que ser Súper Mamás.
El desarrollo de una vida profesional para cualquier ser humano, independiente de su condición de género, se convierte en el escenario donde se ponen en juego un sinnúmero de habilidades cognitivas, emocionales, sociales, etc.; que permiten un proceso de evaluación del desempeño funcional y la posibilidad de asumir retos diferentes, que se convierten en un factor que consolida y afianza la psiquis.
El ingreso de las mujeres a la vida laboral les ha permitido afianzar herramientas emocionales como la autoconfianza, autoestima, seguridad, conocer sus propias fortalezas y limitaciones, reconocer sus estados de ánimo, sus recursos, sus intuiciones, entre otras. Igualmente las mujeres han adquirido un liderazgo que les ha permitido desarrollar destrezas sociales que facilitan su desempeño en otros contextos. Estas destrezas sociales permiten un desarrollo de capacidades para el trabajo bajo presión, independencia de criterio, liderazgo, autoconfianza, autocontrol, perseverancia, logros profesionales, tranquilidad económica que permite una mejor inversión en las necesidades de los hijos.
Cuando hablamos de constructos sociales y modelos tradicionales, nos encontramos con el cambio de algunos roles que difieren de la mujer ancestral que permanecía en la casa al cuidado de los hijos y de las labores domésticas. En la actualidad nos encontramos con mujeres que realizan labores paralelas en casa y oficina, lo cual puede generar aspectos desventajosos como el tiempo compartido con los hijos, perder parte de su cotidianidad, tener una sensación ambivalente en la relación con ellos, que genera ideas de culpa, auto-reproche y que ocasiona crisis emocionales frente a mundos ideales que no existen y de estados de perfección que no se alcanzan cuando se realizan varias tareas a la vez.
En algunos casos puede provocar una obligada disminución de su natural vocación maternal en la relación con sus hijos, lo que a su vez puede producir en ella algún conflicto en su equilibrio emocional, que se va reflejar tanto en su trabajo como en la relación familiar, por esta razón muchas de las mujeres de ahora no quieren tener hijos. También sienten un poco de soledad y frustración al no acertar. Ayudarlas a superar estas crisis es trabajo de los psiquiatras.
Las complicaciones que tienen que afrontar estas mujeres se derivan de la premisa de tener la necesidad de producir para mantener a sus hijos. Esto tiene como consecuencia asumir cargas extenuantes, soportar jefes no siempre amables, verse abocada en ocasiones a un divorcio no deseado, ser incomprendidas por los hijos y no sentirse lo suficientemente felices.
Por lo general, si hay un precedente de necesidad económica saldrá mal librada la familia. Si no existe este inconveniente, en algún momento de la vida deberá escoger entre la oficina y la familia, saliendo esta última beneficiada aún a costa del sacrificio de una profesión exitosa y también de no sentirse completamente satisfecha.
Lo ideal es no querer ser perfectas, es ser simplemente mujeres con cualidades positivas y negativas, mujeres reales con sentido común. No es posible ser siempre ganadoras, hay que acomodarse a las circunstancias y sacarle provecho a todo lo bueno que sobrevenga de la doble condición y sobre todo no echarse el mundo sobre los hombros. Alrededor de estas súper-mamás hay gente con quien formar equipo, con quien compartir, lo grave es que en ocasiones la ansiedad de desempeño afecta la percepción e impide ver estos valiosos apoyos.
Algunas recomendaciones para las mamás de hoy:
– No creerse la mujer maravilla sino una de carne y hueso.
– Aceptar que la vida no siempre es fácil.
– Organizar la agenda para que lo cuantitativo pase a ser cualitativo.
– Aprender que las dificultades pueden convertirse en algo agradable si las reducimos a su mínima expresión y luego les damos una solución normal.
– Perseverar en la voluntad y seguir adelante contando con el apoyo de los padres, el cónyuge y de los mismos hijos que deben dejar de ser espectadores para convertirse en los coequiperos de la súper-mamá.
El ingreso de las mujeres a la vida laboral les ha permitido afianzar herramientas emocionales como la autoconfianza, autoestima, seguridad, conocer sus propias fortalezas y limitaciones, reconocer sus estados de ánimo, sus recursos, sus intuiciones, entre otras. Igualmente las mujeres han adquirido un liderazgo que les ha permitido desarrollar destrezas sociales que facilitan su desempeño en otros contextos. Estas destrezas sociales permiten un desarrollo de capacidades para el trabajo bajo presión, independencia de criterio, liderazgo, autoconfianza, autocontrol, perseverancia, logros profesionales, tranquilidad económica que permite una mejor inversión en las necesidades de los hijos.
Cuando hablamos de constructos sociales y modelos tradicionales, nos encontramos con el cambio de algunos roles que difieren de la mujer ancestral que permanecía en la casa al cuidado de los hijos y de las labores domésticas. En la actualidad nos encontramos con mujeres que realizan labores paralelas en casa y oficina, lo cual puede generar aspectos desventajosos como el tiempo compartido con los hijos, perder parte de su cotidianidad, tener una sensación ambivalente en la relación con ellos, que genera ideas de culpa, auto-reproche y que ocasiona crisis emocionales frente a mundos ideales que no existen y de estados de perfección que no se alcanzan cuando se realizan varias tareas a la vez.
En algunos casos puede provocar una obligada disminución de su natural vocación maternal en la relación con sus hijos, lo que a su vez puede producir en ella algún conflicto en su equilibrio emocional, que se va reflejar tanto en su trabajo como en la relación familiar, por esta razón muchas de las mujeres de ahora no quieren tener hijos. También sienten un poco de soledad y frustración al no acertar. Ayudarlas a superar estas crisis es trabajo de los psiquiatras.
Las complicaciones que tienen que afrontar estas mujeres se derivan de la premisa de tener la necesidad de producir para mantener a sus hijos. Esto tiene como consecuencia asumir cargas extenuantes, soportar jefes no siempre amables, verse abocada en ocasiones a un divorcio no deseado, ser incomprendidas por los hijos y no sentirse lo suficientemente felices.
Por lo general, si hay un precedente de necesidad económica saldrá mal librada la familia. Si no existe este inconveniente, en algún momento de la vida deberá escoger entre la oficina y la familia, saliendo esta última beneficiada aún a costa del sacrificio de una profesión exitosa y también de no sentirse completamente satisfecha.
Lo ideal es no querer ser perfectas, es ser simplemente mujeres con cualidades positivas y negativas, mujeres reales con sentido común. No es posible ser siempre ganadoras, hay que acomodarse a las circunstancias y sacarle provecho a todo lo bueno que sobrevenga de la doble condición y sobre todo no echarse el mundo sobre los hombros. Alrededor de estas súper-mamás hay gente con quien formar equipo, con quien compartir, lo grave es que en ocasiones la ansiedad de desempeño afecta la percepción e impide ver estos valiosos apoyos.
Algunas recomendaciones para las mamás de hoy:
– No creerse la mujer maravilla sino una de carne y hueso.
– Aceptar que la vida no siempre es fácil.
– Organizar la agenda para que lo cuantitativo pase a ser cualitativo.
– Aprender que las dificultades pueden convertirse en algo agradable si las reducimos a su mínima expresión y luego les damos una solución normal.
– Perseverar en la voluntad y seguir adelante contando con el apoyo de los padres, el cónyuge y de los mismos hijos que deben dejar de ser espectadores para convertirse en los coequiperos de la súper-mamá.
Escrito por: Dr. Christian Muñoz Farías